Saúl ‘Canelo’ Álvarez (61-2-2) sigue siendo el rey del boxeo. Si bien es cierto que no noquea desde noviembre de 2021 (a Caleb Plant), el mexicano sigue construyendo un palmarés y una lista de logros al alcance de muy pocos. Casi 20 años de carrera profesional y solo dos derrotas. Una, muy joven contra Floyd Mayweather. Otra, ante el ruso Bivol de la que supo salir más fuerte. Mejor y más inteligente. Las dos claves para destrozar a Jaime Munguía (43-1) en el nuevo súper ventas que encabeza el tapatío. Llegó a las tarjetas (117-110, 116-111 y 115-112), pero la sensación fue diferente. Hay Canelo como súper estrella para rato.

Evidentemente, el sueño de David Benavides contra la leyenda era el de muchos, y tras los rechazos de Canelo, Munguía fue el que subió a la palestra. Los que le quitaban prestigio se equivocaban y regaló una guerra mexicana que Canelo supo dominar a partir del cuarto asalto. No existe crítica posible, Álvarez mostró sus credenciales, esas que le hacen estar ahí arriba en los libra por libra.

Ese cuarto round cambió la historia de la pelea. Munguía salió con su estilo, tomando el centro del ring y trabajando con el jab. Pero Canelo tiene dos puntos fuertes, la defensa y el contraataque. Y con esa fórmula aceleró. Primero entró una derecha y cuando el de Tijuana quiso dar un paso más, Canelo castigó la falta de defensa. Crochet de izquierdas y upper de derechas para fulminar a Munguía. Se levantaba, pero Canelo golpeaba con fuerza.

Ritmo y mando para Canelo

Cambió la batalla. Aunque Munguía, a diferencia de rivales de Canelo como Charlo, tenía valor y jamás dejó de pasar al frente. Arriesgado, pero sabiendo que pierdes es la única forma de trascender. El campeón lo aprovechó, tomando el ‘timming’ de la batalla. Sabía cuando lanzar golpes a las zonas blandas, como un hook demoledor en el séptimo. Munguía no se cortaba, pero Canelo era el que mandaba. Uno con combinación larga, otro con defensa y esos golpes de poder.

Y valían para hacer daño. En el noveno, otra muestra. Munguía, siempre dando pasos al frente, intentaba mantener su explosividad en las combinaciones, pero Canelo contestaba. Cuando creía que iría arriba, había golpe abajo. Y el daño recibido por el campeón de Jalisco cada vez era menor. De hecho, pasaba a gustarse. Blocando golpes, seleccionando en el uno-dos, jugando con la distancia y esa frivolité de sacar la derecha y buscar la izquierda.

No había historia posible en las tarjetas, todas a favor del campeón desde el tercer asalto. Y sobre el ring la opción única de Munguía era un KO imposible. Canelo cerró el penúltimo con un boxeo bonito, metiendo las manos necesarias pese a bajar algo el ritmo. Y en el último, que se cerraba con actividad y un uno-dos para sentenciar el pleito. Canelo era el campeón. Su reinado todavía no tiene fin.

«Puedo hacer lo que quiera»

Canelo sigue siendo rey del supermedio. Unificado tras cortar el invicto del brillante Munguía y asentando su condición estelar. Las dudas se acabaron a partir del cuarto asalto. «Esperé mi momento; Munguía es un gran boxeador, fuerte, aunque un poco lento y pude pegar a la contra. Ahora estoy en posición de hacer lo que quiera y pedir lo que quiera», reclamó el tapatío al terminar. ¿Mensaje a Benavides? ¿A un futuro pleito con Crawford?

Un mensaje, sea cual sea la interpretación. Canelo domó a una bestia joven y su palmarés sigue creciendo. Solo dos derrotas y dos empates en 19 años de carrera profesional. Canelo es Canelo y su historia en el boxeo sigue creciendo. Su cara sí es la del boxeo.